Hace tiempo pensaba que la tristeza y el felicidad podrían ser uno solo. Que el triste recuerdo podría brindar sonrisas y sentimientos alegres, la tristeza daría felicidad.
Ahora no lo veo así; con gusto daría un montón de felicidad a cambio de mitigar la tristeza que produce el recuerdo de los que ya no están, por verlos, acariciarlos y abrazarlos de nuevo. No basta sanar, nada cambia el hecho de que ya no están. No creí que el recuerdo pudiese doler tanto. No se trata de superar, se trata de que ya no están, de lo que ya no hay y ya no pasará.
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